3/2/16

La princesa muerta. Capítulo 1

Flores, velas, papeles y cartas con hermosas dedicatorias llenaban un improvisado altar en la parte baja del barranco que había visto cómo la pobre muchacha exhalaba su último aliento. Fue el día de su boda, justo antes de que sus seres queridos pudieran verla casarse. Ese día que todas las mujeres esperan y sueñan durante toda su vida. Todo el mundo compadecía al novio, un joven y apuesto duque que no salía de su asombro. Jirones del vestido de novia de Candela quedaban esparcidos por el camino junto a unas pequeñas manchas de sangre.

Se dio la noticia de que se había caído, sin entender de forma alguna el motivo por el cual ella se encontraba en aquel lugar, cerca del barranco, tan lejana a los invitados y a toda la celebración. Las malas lenguas — o los más valientes y sinceros, según cómo se mire — se atrevieron a pregonar que se había suicidado, presionada por su padre a casarse con un hombre que no amaba y obligada a dejar a un lado su vida fuera de su casa, de su familia y de sus amigos.


Esos rumores interceptados se fueron cortando, pero hicieron gran mella en su padre, quien siempre tuvo la sospecha de que realmente fue un acto voluntario. Se culpó y maldijo mil veces por haberla llevado hasta tal extremo. ¿Y si era cierto? ¿Y si aquel joven que él creía perfecto y caballeroso ocultaba una cara oscura tras un hermoso rostro? Dio gracias a Dios de que su madre, la que había muerto hacía ya tantos años, no hubiera visto el triste final de su hija. La abuela de Candela no logró sobreponerse al duro golpe, a pesar de haber tratado con dureza a su nieta en múltiples ocasiones. Acabó tan completamente desquiciada que sus más allegados se vieron en la obligación de ingresarla en un manicomio hasta el final de sus días.

Su padre se sumió en la más triste y profunda de las depresiones. Pensó que lo mejor sería correr la misma suerte que el resto de mujeres de su familia, reunirse todos donde se quiera que se vaya cuando uno abandona tan ardua vida. Su hija era lo único que le hacía seguir adelante tras la muerte de su querida esposa y ahora ya no deseaba seguir viviendo. La depresión le arrebató las ganas de vivir. Día tras día, el rey se levantaba de su cama, pero no era capaz de enfrentar la realidad.



No copies. Todos los textos de mi blog están registrados en SafeCreative.

No hay comentarios:

Publicar un comentario